Tres personas pasen en sus bicicletas por una calle arbolada.

La motivación de andar en bicicleta en la ciudad está sobrevalorada 

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Invitar a que alguien se suba a la bicicleta sin tomar en cuenta cómo está construida la ciudad es un esfuerzo estéril. Por el contrario, crear un sistema de elementos para que andar en bici se convierta en un hábito, debería ser la mayor preocupación de las ciudades.

Recientemente leí un libro que explica cómo los hábitos pueden liberar nuestro potencial creativo y productivo. 

Además de ir asimilando las técnicas y consejos a un nivel personal, también los fui relacionando con la vida de las ciudades. 

El autor expone que la disciplina y el autocontrol son conceptos sobrevalorados que no son eficientes para adquirir nuevos hábitos, por el contrario afirma que las personas que más se apegan a los buenos hábitos pasan muy poco tiempo en situaciones que les exijan autocontrol. 

Cuando llegué a esa parte del libro escrito por James Clear me puse a pensar en los esfuerzos que hacen muchas ciudades y activistas para invitar a que la gente se suba a la bicicleta y dejen el coche en su casa. 

Campañas de comunicación que no llegan a nada por más ganas que le echen al diseño gráfico.

Frases como “súbete a la bici”, “en bici ya hubieras llegado”, “andar en bici es mejor”, etcétera, dejan a un lado una larga lista de elementos que son necesarios para que alguien realmente haga de subirse a la bicicleta para ir al trabajo o a la escuela, un hábito.

No es la motivación, es el entorno

El autor del libro propone que para crear un nuevo hábito que se quede en nuestras vidas hay que tomar en cuenta cuatro elementos: 

  • Hacerlo obvio 
  • Hacerlo atractivo 
  • Hacerlo sencillo 
  • Hacerlo satisfactorio

No es la motivación verbal lo que hará que alguien elija la bicicleta como su principal modo de transporte, sino la transformación del entorno que haga que usar la bicicleta sea obvio, atractivo, sencillo y satisfactorio. 

“Nunca he visto a nadie apegarse de manera consistente a unos hábitos positivos en un ambiente negativo”, dice Clear. 

¿Se han preguntado por qué la gente sigue eligiendo subirse al carro a pesar de saber que van a perder horas de su vida en el tráfico, pagar combustible cada vez más caro y someterse al estrés?

Quizás estos cuatro elementos nos den la respuesta. Tomar el carro para ir al trabajo es lo más obvio desde hace años, al menos para un sector de la población (una minoría que ocupa mucho espacio en la calle, por cierto). 

La industria automotriz invierte millones de dólares en decirle a la gente que subirse a un carro es atractivo, incluso si no avanzas y pierdes tiempo y dinero. Si vas sobre un carro en el subconsciente eres una persona exitosa.

También es sencillo. Desde que llegaron los primeros carros a México todo se puso a su disposición: calles, gasolineras, estacionamientos, licencias exprés e impuestos muy bajos en comparación del resto del mundo.

Y finalmente satisfactorio. Un elemento del cuál también se encargan las agencias de marketing. El objeto de deseo lo tienes en tus manos, y aunque no sea eficiente para moverte por la ciudad, no importa, porque lograste comprarlo y eso te satisface.

Con la bicicleta sucede exactamente lo contrario. Por más que le digas a la gente que hará menos tiempo en sus traslados, que se va a ejercitar, que llegará de buenas al trabajo, que no gastará en combustible… es casi imposible que la tome como su principal modo de transporte.

Si la ciudad es hostil, si no hay un sólo biciestacionamiento a los lugares a los que llegas, si las ciclovías están invadidas por carros… quizás logres que la gente se suba una vez, pero el hábito será imposible de germinar.

“Nunca he visto a nadie apegarse de manera consistente a unos hábitos positivos en un ambiente negativo”

James Clear

Exaltar lo poco atractivo y ocultar lo atractivo

Al contrario del automóvil, la bicicleta si cuenta con cualidades auténticas de las cuales no es necesario mentir: no te atoras en el tráfico, no usa combustible y mejora tu salud. Pero poco a poco las comunicamos menos.

Probablemente me lleve algunos mensajes de disgusto con lo que voy a compartir, pero desde hace tiempo cuando visito las redes sociales, principalmente Twitter, veo una enorme cantidad de ciclistas compartiendo «lo horrible que es transitar en sus bicis». 

Lo más valioso que tiene el hecho de andar en bicicleta, su sencillez, ha quedado sepultada.

La queja y el señalamiento de lo que está mal hecho es muy válida y necesaria. Pero cuando sólo se pone atención en lo malo y se deja a un lado todo lo que andar en bicicleta nos brinda de bueno, el resultado me parece contraproducente.

Después de leerlos pienso que andar en bicicleta es un suicidio. Si yo no me moviera en bici desde hace años y me encontrara con esos mensajes, ¡ni loco me subiría a una bicicleta! 

Por hacer visibles las cosas que se deben mejorar, se ha terminado por crear una narrativa muy contundente: andar en bici ¡no es atractivo! Es peligroso, es mortal. 

Aunque las estadísticas digan lo contrario, de acuerdo al Informe sobre la Situación de la Seguridad Vial, México 2020, publicado por el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes, la bicicleta es el modo de transporte con la tasa de mortalidad más baja.

Gráfica de tasa de mortalidad por modo de transporte muestra que andar en bicicleta es el más seguro.
Gráfica tomada del Informe sobre la Situación de la Seguridad Vial, México 2020.

En el afán de exigir a las autoridades que hagan bien su trabajo, acción que es necesaria, hemos olvidado compartir todas las bondades y ventajas que nos da la bicicleta sobre otros modos de transporte. La industria automotriz debe estar muy contenta.

¿Cómo hacer que andar en bici se convierta en un hábito?

Por supuesto no pretendo resolver esta pregunta en un artículo de opinión, pero creo que nos podemos dar una idea de qué camino deben abordar nuestras ciudades.

Regresando a lo que expone James Clear en su libro Hábitos Atómicos, “un hábito es una rutina o conducta que se practica con regularidad y, en muchos casos, de manera automática”. 

Y para lograrlo hay que preparar el terreno. De otra forma estaremos acudiendo al esfuerzo, al autocontrol y la disciplina forzada. 

En un curso que tomé sobre cómo “revelar la ciudad ciclista”, impartido por el Instituto de Ciclismo Urbano de la Universidad de Ámsterdam, comenzaban diciendo que en Países Bajos andar en bicicleta “no viene en su ADN”. 

Un módulo completo del curso trató sobre eso: andar en bicicleta no es una tradición heredada, no “viene de sangre”, viene de un sistema de acciones que propician el hábito de andar en bicicleta. 

Además señalaban una condición del ser humano que también la toma en cuenta Clear: nos gusta imitar lo que vemos de nuestro grupo más cercano, del grupo más numeroso y del grupo de mayor poder. 

En los Países Bajos es normal ver a la familia real y a los primeros ministros en turno pedalear sus bicicletas. Si el príncipe lo hace, porque yo no…

En México los grupos de más poder transitan en camionetas con escoltas, y los funcionarios públicos sólo se suben a la bicicleta el Día mundial sin auto para tomarse una foto. 

Cambiar las metas por sistemas

James Clear aconseja que no debemos fijarnos metas, sino en sistemas. Una ciudad no puede aspirar a que el 10% de sus viajes se realicen en bicicleta (meta), sino modifica su reglamento de tránsito a favor de peatones y ciclistas; instala biciestacionamientos en las calles, parques y oficinas públicas, y finalmente si no comunica sus beneficios (visión sistémica). 

Decir a la gente que se suba a la bicicleta no es malo, quienes lo hacemos sabemos de todas las bondades de pedalear por la ciudad y se lo queremos contar a todo el mundo.

Pero esperar que con la simple invitación cambien su forma de moverse, es ingenuo.

Cuando las ciudades tengan todos los elementos para que andar en bicicleta sea obvio, sencillo, atractivo y satisfactorio, más gente tendrá el hábito de moverse en bici y dejar estacionado el carro.

Y quizás llegue el día en que el mundo piense que en México, andar en bicicleta por la ciudad ya viene en nuestro ADN…